CDMX, 12 de marzo del 2021.- Los meteoros Eta e Iota azotaron Centroamérica a principios de noviembre. Pese al tiempo transcurrido, en la costa norte del Caribe nicaragüense todavía hay unas 500.000 personas que dependen del agua de lluvia para su consumo y saneamiento y 1,8 millones más precisan ayuda humanitaria, informa la agencia para la niñez. Con la llegada de la temporada seca, es urgente acelerar los trabajos para mejorar el acceso al agua y la comida.

El paso de huracanes Eta e Iota por Centroamérica en noviembre de 2020 impactó a siete países. Nicaragua fue uno de los más afectados con un nivel de destrucción que aún hoy, a cuatro meses del siniestro, coloca en riesgo a medio millón de personas que habitan en la costa norte del Caribe y que carecen de agua, dijo este viernes la directora regional para América Latina del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF).

Al terminar una visita de seis días las comunidades damnificadas, Jean Gough aseguró que el gobierno nicaragüenses y sus socios humanitarios han logrado avances importantes en la respuesta a las necesidades inmediatas de la población y en la reconstrucción de la infraestructura dañada, que incluye escuelas, viviendas e instalaciones de agua.

Sin embargo, la población de la zona depende por el momento del agua de la lluvia para satisfacer sus necesidades básicas y la temporada seca está llegando, por lo que es muy urgente acelerar los trabajos para mejorar el acceso a agua potable, alimentos, educación, salud y medios de subsistencia en todo el país, especialmente en las zonas más remotas.

Gough expresó conmoción frente a la devastación “inimaginable” que observó en las comunidades de Kiwastara, Andre, Wawa Bar y Karatá.

“Los barcos se alejaron a cientos de metros de la orilla, los árboles se quebraron como cerillas y los techos volaron por las destructivas corrientes marinas, los vientos y las tormentas”, apuntó.

Advirtió que en vista de que en los próximos meses, las familias afectadas por los huracanes ya no podrán depender de la lluvia como fuente de agua potable, “el acceso limitado al agua segura puede exponer a los niños y niñas a mayores riesgos de diarrea y desnutrición en las próximas semanas”.

Alrededor de 1,8 millones de personas, incluidos 720.000 niños, todavía necesitan ayuda humanitaria, especialmente entre las comunidades indígenas. Las niñas, los niños y los adolescentes se encuentran entre los más afectados y los más invisibles, con efectos inmediatos y de largo plazo derivados de la emergencia climática. Más de 260 escuelas perdieron sus tejados y resultaron parcialmente dañadas o totalmente destruidas.

UNICEF desplegó un operativo de asistencia humanitaria a las familias afectadas en las costas sur y norte de Nicaragua inmediatamente después del desastre.

El trabajo de la agencia se centró en la provisión de agua y saneamiento, nutrición, educación, protección y apoyo psicosocial, especialmente a los grupos más vulnerables.

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